Dark Light

“Sr. Murat,” preguntó un estudiante en tono de profunda indignación “no les da vergüenza a ustedes los priistas ser tan corruptos y seguir en la política”. Estábamos en pleno seminario: Viejos actores en un nuevo orden: Partidos Políticos y Gobernabilidad Democrática en México. Los panelistas de la mesa de análisis sobre el futuro del PRI habían terminado sus exposiciones. Había empezado la sesión de preguntas y respuestas.

 

“La corrupción es inherente al ser humano” comenzó en tono de excesiva solemnidad José Murat y tras una pausa histriónica continuó: “Yo mismo … ” y volvió a pausar, pero más largo, como buscando las palabras adecuadas para la audiencia que lo miraba atónita y soltaba risitas nerviosas aquí y allá. “Yo mismo, lo he visto… ” y continuó con una disertación sobre lo inevitable de la corrupción.

Fue el primer evento que organizamos como mesa directiva de la Harvard University Mexican Asociation en el año escolar 2001-2002. Fox recién había ganado las elecciones y el bono democrático estaba todavía vigente. En HUMA también se respiraban aires de cambio y celebrábamos la presencia de líderes de los tres principales partidos de entonces, en un evento en el que buscamos reflejar la pluralidad política del país, entre partidos y también al interior de los partidos.

México se estaba transformando y nosotros con él. Parecía como inevitable. De manera que la participación de José Murat nos causó más gracia que indignación. Porque además fue amabilísimo y nos prometió mandar a la Guelaguetza para celebrar nuestra graduación de maestría. Su compañera de partido, Sylvia Hernández, representaba la posibilidad de cambio al interior del PRI, con un discurso moderno y autocrítico. Parecía inevitable que el partido evolucionara en la dirección que ella marcaba. Junto a ella y los demás participantes del evento, Murat parecía incluso exótico; un tipo de político en peligro de extinción.

Qué paradójico resulta que hoy este mismo personaje no sea más que la personificación —¡un auténtico cliché!— de lo que 15 años después asociamos con la clase política en su conjunto, sin distingo de partido político.

Sólo un par de años más tarde, ese mismo personaje sería gobernador de Oaxaca por el PRI, desde donde sufriría su famoso auto-secuestro, episodio en el que una persona perdió la vida, sin que a la fecha se hayan fincado responsabilidades.

Mientras escribía estas líneas escuché la espléndida entrevista que le hizo en su momento Carlos Loret, donde su capacidad de mentir cínicamente queda evidenciada cuando Murat afirma no saber de dónde venían los rumores de que él estaba herido y Loret pone la grabación en la que es ¡su propio vocero! quien afirma enconferencia de prensa que lo está. Anexo un link por si el lector quiere verificar:https://twitter.com/maraihdez/status/737503567540424705.

captura_22José Murat no sólo siguió gobernando impunemente; sin el merecido juicio político para desaforarlo y poder investigar el episodio de fraude a fondo. El Sr. siguió acumulando capital político hasta convertirse en uno de los principales operadores del Pacto por México, justo por lo estrecho de sus vínculos con las cúpulas de su partido, del PAN y del PRI. Y por último, lo que pareciera un premio a su alto desempeño: la nominación como candidato a la gobernatura de Oaxaca para su hijo, Alejandro Murat. ¿Me pregunto dónde está Sylvia Hernández?

El político estilo José Murat, lejos de estar en extinción, es una suerte de modelo vintage muy de moda en estos tiempos. La designación de Alejandro Murat como candidato en Oaxaca es sólo una pequeña muestra de ello. Están también los Yunes en Veracruz, o lo que parece una doble elección de estado en Puebla, y también las denuncias contra Cue por utilización de programas sociales para fines electorales, ejemplos que apuntan hacia un fenómeno que trasciende líneas partidistas.

En los tiempos de aquel evento en Boston, Alejandro Murat había recién egresado del ITAM. Estaba estudiando la maestría en otra universidad de Estados Unidos y acompañaba en aquel viaje a su padre. No dijo mucho y fue también muy amable, pero estaba atento a todos los movimientos de Murat papá.

No quiero poner en duda la posibilidad de que Alejandro Murat gobierne con distancia de su padre e incluso con más escrúpulos. Incluso es probable que el asunto del plagio a mi colega Juan Salgado haya corrido por cuenta de algún miembro de su equipo, sin que él tuviera conocimiento. Pero en Oaxaca urgen cambios de fondo. Está como todo el país: corroída por la corrupción y la impunidad; urgida de verdad y justicia. Desafortunadamente, estos dos valores chocan frontalmente con el valor de la lealtad que predomina como regla de oro en la cultura política priista. Alejandro Murat le debe lealtad a su padre y a los priistas que lo antecedieron. También es obvio que tiene intereses patrimoniales que, entre otras cosas, le impedirán investigar imparcialmente cómo llegaron a su familia las seis propiedades que el NYT identificó en manos de los Murat.

Se trata, pues, de viejos actores en el juego de siempre.

 

Vía The Mexican Times

 

Acerca de Mara Hernández

Es investigadora y coordinadora de ProDiálogo en el CIDE. Doctora por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), especializada en negociación, democracia y resolución de conflictos. Es egresada de la Maestría en Administración Pública de Harvard, donde también se certificó como mediadora. Es miembro fundador del Consensus Building International Global Network. Fue directora general del Centro de Colaboración Cívica (CCC), ha sido asesora del Senado de la República y consultora de la ONU. Es autora del libro Un Congreso sin Mayorías: Mejores Prácticas de Negociación y Construcción de Acuerdos. Ha sido profesora en el ITAM, Tec de Monterrey y CIDE. Tiene más de diez años de experiencia desarrollando capacidades de diálogo y conduciendo procesos de construcción de consensos, mediación de conflictos y formación de coaliciones ciudadanas.

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