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Al valorar a personas que acabamos de conocer, a menudo somos víctimas de nuestros propios mecanismos psicológicos.

Esto puede derivar en malos entendidos y preconcepciones que acaben porafectar nuestra capacidad para socializar.

La mejor manera de contrarrestar estos errores es saberlos identificar, por lo que aquí te traemos los cinco fallos más comunes que cometemos al valorar a los demás.

1. Confundir personalidad y situaciones

Cuando observamos un determinado comportamiento de alguien,inmediatamente pensamos que actúan en función de su personalidad. Cuando pensamos en nuestro propio comportamiento, en cambio, solemos valorarlo en función de la situación en la que nos encontramos.

Por ejemplo, sabemos que somos distantes cuando estamos preocupados por algo. Sin embargo, si una persona que acabas de conocer actúa de este modo puede que directamente asumas que es un imbécil.

Para evitar caer en esta trampa, siempre deberíamos tener en cuenta los llamados condicionantes situacionales al valorar a otras personas.

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2. El sesgo de confirmación

Una vez tenemos una determinada idea sobre alguien, solemos ver todo lo que hace a través del filtro de estas preconcepciones.

Por ejemplo, si consideras que un compañero de trabajo es egoísta, te fijas en los comportamientos que lo confirman, pero no en aquellos que lo desmienten.

A pesar de que nuestras primeras impresiones suelen ser bastante fiables, no son infalibles, por lo que es importante ir revisando nuestros juicios a medida que seguimos relacionándonos con dicha persona.

Una manera efectiva de contrarrestar el sesgo de confirmación es buscar activamente pruebas que desafíen tus asunciones iniciales. La psicología denomina este proceso como “desconfirmación positiva de expectativas”.

3. El efecto Halo

El efecto Halo es un sesgo cognitivo por el que realizamos una generalización errónea a partir de una sola característica de la persona.

La variable que más provoca dicho efecto es el atractivo físico. Es decir, solemos valorar de más positiva a aquellas personas que nos parecen atractivas. Del mismo modo, también tendemos a valorar mejor a aquellos que se parecen a nosotros.

Una manera efectiva de entender cómo funciona es identificar cuando se produce en situaciones importantes. Por ejemplo, cuando contratas a alguien para un trabajo o cuando estás en una situación que involucre a muchas personas nuevas. Si prestamos atención, veremos que, en ambos casos,nuestra tendencia es gravitar hacia aquellas personas con las que compartimos determinados rasgos, ya sean físicos o de bagaje cultural.

4. Dejarnos influenciar por el pasado

Una mala experiencia con un funcionario de correos puede llevarnos a valorar negativamente al conjunto de funcionarios. De la misma manera, conocer a una persona que nos recuerda a alguien de nuestro pasado puede influenciar nuestro juicio sobre dicha nueva persona.

Por ejemplo, si la persona más indeseable de tu clase en el colegio se llamaba Alberto, tendrás más dificultades para valorar positivamente a una persona con ese nombre.

Una manera de evitar esta influencia negativa es prestar atención a la proporcionalidad de nuestras reacciones e identificar cuando nos acercamos a una situación con una actitud negativa o defensiva.

5. El sesgo de similitud supuesta

Por lo general, tendemos a asumir que los demás piensas como nosotros y tienen nuestras mismas preferencias.

Pero, evidentemente, esto es un error.

La mejor manera de evitar caer en este tipo de prejuicio cognitivo es crearnos el hábito de advertir la diversidad en las preferencias y expectativas de la gente. Es decir, darle a la gente la oportunidad de hacerte saber que su zona de confort es distinta a la tuya.

Original de: Play ground

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