Ni cuatro Champions en los últimos once años. Para encontrar un estado eufórico similar a ese en el que lleva nadando horas el barcelonismo hay que acordarse del gol de Iniesta en Stamford Bridge, del de Bakero en Kaiserslautern o del hat-trick de Pichi Alonso contra el Göteborg hace tres décadas.
No es para menos. Anoche el Barcelona hizo muchas cosas. La primera, historia. Ningún equipo había remontado nunca en competición europea un 4-0 adverso en el partido de vuelta.
La segunda, y mucho más concreta, empujar. Y mucho.

Si es cierto que el PSG se metió demasiado atrás desde el principio -“Incalificable” titula hoy amargamente L’Équipe-, no lo es menos que el Camp Nou creyó y Luis Enrique, que salió con Piqué, Mascherano y Umtiti muy adelantados, también, y que el primero tardó poco en llegar. A los tres minutos, Suárez dejaba en evidencia a la defensa parisina y conseguía parcialmente el 20% del objetivo. Poco antes del descanso, Iniesta metía a los franceses literalmente dentro de la portería.
A los cinco de la segunda parte, Meunier resbaló y gateando no fue lo suficientemente espabilado como para que Neymar no buscase chocar contra él. Gol de Messi de penalty, 3-0 y Emery sacando a Di María pensando en pillar al contraataque a un Barça volcado. Y más o menos así fue, primero un palo de Cavani que heló Barcelona y después un fallo de Rakitic que Kurzawa aprovechó para que el uruguayo, esta vez sí, pusiera el 3-1.
“Si nos marcan estamos muertos”, se llevaba escuchando en Barcelona tres semanas. Y aquí es donde empezó la épica.
Quedaba media hora y tres goles, no era imposible pero el reloj avanzaba. Tanto que llegó hasta el 88′. Y Neymar clavó en la escuadra una falta. Los jugadores no sabían cómo celebrarlo. ¿El colofón a un buen partido? ¿Pararse a reconocer al brasileño su golazo? ¿Correr hacia el centro del campo? ¿Era todavía posible?

A partir de ese momento, en los siete minutos que quedaban de partido el PSG iba a completar solo cuatro pases, y tres fueron para sacar de centro. El Barça, 37. En uno de ellos sobre Suárez, este se dejaba caer en el área como si aquello fuera la foto de la muerte del miliciano de Robert Capa. Penalty, gol, 5-1 y 5 minutos de añadido.
De añadido y de una mezcla asombrosa de actitud y paciencia. La primera porque desde anoche el lema “a la brava” podría dejar de ser patrimonio del eterno rival madridista. La segunda, porque de esos 37 pases de 44, uno de ellos tuvo origen en una falta a Ter Stegen, que ya era un delantero más. Neymar la colgó y Sergi Roberto llegó con la punta de la bota.
6-1, 2.000 personas de sábado un miércoles en Canaletes y quién sabe si el origen de un baby boom culé advertido por Piqué: “que dentro de nueve meses contraten muchas enfermeras en Barcelona porque esta noche se va a hacer mucho el amor”.
